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“VEN CON NOSOTROS AL CAMINAR”.

HOMILÍA DEL TERCER DOMINGO DE PASCUA

Guápulo, 01 de mayo de 2022

 Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Estamos en el tercer domingo de Pascua, avanzamos en este tiempo Pascual tomando conciencia de que somos llamados a ser “testigos de Cristo Resucitado”.

Y hoy iniciamos este mes de mayo, un mes mariano por excelencia y lo iniciamos aquí, en este bello Santuario de la Virgen de Guápulo que nuevamente recibirá en este año, luego de dos años de pandemia, la peregrinación y romería de cientos de cientos de devotos que vienen a poner su vida y sus esperanzas en el corazón de la “Buena Madre”.

En la primera lectura que se ha proclamado, nos llama la atención la fuerza de Pedro y los demás apóstoles. El Sumo Sacerdote le dice a Pedro: “¿No les habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ese? En cambio han llenado Jerusalén con la enseñanza de ustedes y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre”.

Y ellos, con gran valentía, con la fuerza de “ese”, como despectivamente había llamado el Sumo Sacerdote a Jesús, le responden: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” Y les recuerdan que ellos habían matado a Jesús pero que Dios lo ha resucitado, y que ellos son “testigos de esto”.

El Papa Francisco nos dice al respecto: “Y no los detiene ni siquiera ser azotados, ultrajados y encarcelados. Pedro y los Apóstoles anuncian con audacia, con parresía, aquello que han recibido, el Evangelio de Jesús. Y nosotros, ¿somos capaces de llevar la Palabra de Dios a nuestros ambientes de vida? ¿Sabemos hablar de Cristo, de lo que representa para nosotros, en familia, con los que forman parte de nuestra vida cotidiana? La fe nace de la escucha y se refuerza con el anuncio”.

Pensemos en estas dos preguntas, que cuestionan profundamente nuestras vidas de cristianos hoy. ¿Somos testigos de Cristo hoy, en el aquí y en el ahora? Pedro y los Apóstoles dan un testimonio valiente, anuncian a Cristo resucitado, pero su anuncio, “no consiste sólo en palabras, sino que la fidelidad a Cristo entra en su vida, que queda transformada, recibe una nueva dirección, y es precisamente con su vida con la que dan testimonio de la fe y del anuncio de Cristo” (Francisco).

Y aquí me pregunto y les pregunto: ¿Cristo ha entrado y transformado nuestras vidas? Sin Cristo en nuestra vida, nuestra vida cristiana es vacía, y, lamentablemente esa es la vida de muchos cristianos hoy, o de muchos que se dicen cristianos, es una vida sin Cristo, sin la fuerza transformadora de Cristo Resucitado.

En el Evangelio, el discípulo amado reconoce a Jesús y dice: “Es el Señor”. Han salido a pescar, no han cogido pescados, las redes están vacías, pero solamente cuando reconocemos a Cristo, cuando nos acercamos a Él, las redes se llenarán. La pesca en la noche, sin Jesús, es infructuosa, pero cuando le escuchan y siguen sus indicaciones, las redes se desbordan; solo con Él la evangelización dará fruto, solamente con Él.

Estamos llamados a recocer al Señor Resucitado, “porque es Él quien nos ha llamado, nos ha invitado a recorrer su camino, nos ha elegido. Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a Él, justamente como Pedro, Juan y los otros discípulos estaban en torno a Jesús” (Francisco).

Pedro, ¿me amas?, ¿me amas de verdad, incluso más que éstos? Cristo se lo pregunta tres veces porque quiere escuchar de sus mismos labios que le ama de verdad, se lo pregunta tres veces porque busca confirmarle en el amor. Seguramente Jesús sabía que Pedro le amaba, pero no es mismo saber que alguien nos ama a que nos diga con sus mismos labios, “tú sabes que te quiero”

Y Pedro se lo dice a Jesús: “Señor, tú conoces todo; tú sabes que te quiero”. Y aquí desaparece el miedo, la inseguridad y queda atrás, muy atrás las negaciones. Pedro experimenta que la fidelidad de Dios es más grande que nuestras infidelidades y más fuerte que nuestras negaciones. Se da cuenta de que fidelidad del Señor aparta nuestros temores y superar toda nuestra imaginación humana.

“También hoy, a nosotros, Jesús nos pregunta: “¿Me amas?”. Lo hace precisamente porque conoce nuestros miedos y fatigas. Pedro nos muestra el camino: fiarse de Él, que “sabe todo” de nosotros…” (Francisco). ¿Cómo respondes tú? ¿Amas a Jesús? ¿Lo amas de verdad? ¿Mueve el amor al Señor tu vida y le da sentido? ¿Es un amor que te lleva a dar testimonio valiente en este mundo, en tu ambiente? “El Señor nos llama cada día a seguirlo con valentía y fidelidad; nos ha concedido el gran don de elegirnos como discípulos suyos; nos invita a proclamarlo con gozo como el Resucitado, pero nos pide que lo hagamos con la palabra y el testimonio da nuestra vida en lo cotidiano” (Francisco).

Y hoy hemos llegado a este Santuario, venimos en peregrinación. La vida cristiana es una continua peregrinación. Vamos caminando, estamos en camino, no estamos parados, caminamos hacia el encuentro del Señor y hacia el encuentro con nuestros hermanos más necesitados.

Y en este camino que recorremos, María está a nuestro lado. Camina con nosotros, nos acompaña, no nos deja solos.

Hoy podemos cantar aquel canto mariano, tan sencillo, pero tan profundo. A Ella le podemos decir: “VEN CON NOSOTROS AL CAMINAR”. Es que, mientras recorremos la vida, sabemos que no estamos solos, con nosotros por el camino, SANTA MARÍA VA.

Ven con nosotros al caminar, vamos contigo por el camino de nuestras vidas, vamos alegres porque Tú caminas junto a nosotros. No olvidemos eso sí, nunca debemos olvidarlo, que el camino nos debe llevar a Cristo. María, la Virgen de Guápulo, nos llevará al encuentro de Cristo, su Hijo Resucitado, a quien nos lo entrega y nos lo da.

¿Quieres encontrarte con Cristo en tu vida? Hay un solo camino, es María. Recordemos lo que nos dice el Papa Francisco: “En tiempos de turbulencia espiritual, el lugar más seguro es bajo el manto de Nuestra Señora”. Confiemos en Ella, sobre todo en los momentos difíciles de nuestra vida.

Recordemos que, “La Virgen es la Madre que nos enseña a ser fecundos, a estar abiertos a la vida y a ser cada vez más fecundos en el bien, en la alegría, en la esperanza, a no perder jamás la esperanza, a donar vida a los demás, una vida física y espiritual” (Francisco). ASÍ SEA.