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"Ven Espíritu Santo, despierta nuestra fe débil, pequeña y vacilante"

HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE PENTESCOSTÉS

Quito, 23 de mayo de 2021

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Terminamos el camino Pascual. Hemos vivido, sentido y experimentado en nuestras vidas la gran alegría de la Resurrección del Señor.

Y hoy, celebramos la Solemnidad de Pentecostés. La presencia del Espíritu nos hace testigos alegres del amor, de la paz y del perdón en este mundo.

Celebro con mucha alegría aquí, en el Santuario de María Auxiliadora y nos adelantamos un día a la Fiesta de nuestra Buena Madre, la Madre de los “tiempos difíciles”, como también se la llama a la Auxiliadora.

El Papa Francisco nos dice que, “El Espíritu Santo, es en efecto el Don Pascual por excelencia. Es el Espíritu creador, que crea siempre cosas nuevas”.

“Crear cosas nuevas”… hoy más que nunca debemos pedir esa “novedad” en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestro mundo y en nuestro país.

El Espíritu del Señor crea “un pueblo nuevo” que es la Iglesia y crea “un corazón nuevo”. Aquí me quiero detener, en la novedad del corazón, que tanta falta nos hace hoy.

¿Cómo es nuestro corazón? ¿Es un corazón nuevo, abierto a Dios y a las sorpresas de Él en nuestras vidas? ¿Es un corazón arrugado, cansado, envejecido, desilusionado?

Sin un corazón nuevo no cambiamos nada, seguimos en las mismas actitudes de desaliento y desesperanza, seguimos dominados por el temor y el rencor. Por eso es urgente que llenos del Espíritu del Señor, de ese Espíritu que llega a los discípulos y que recibimos hoy, construyamos ese corazón nuevo.

Sí, debemos tener ese corazón nuevo para cambiar esta sociedad. Un corazón nuevo que nos haga verdaderos testigos del Señor en medio de este mundo.

Pidamos al Señor, en este día de Pentecostés, ese corazón nuevo:

Un corazón nuevo de esperanza en medio de tanta desesperanza causada por el covid19.

Un corazón nuevo de solidaridad frente a tanto egoísmo que encadena a muchos. Un corazón nuevo de justicia, frente a tantas injusticias que vemos a diario y de las que a veces somos cómplices por nuestro quemeimportismo.

Un corazón nuevo de verdad, frente a la mentira, la calumnia y la murmuración.

Un corazón nuevo de honradez, frente a la corrupción enquistada en nuestro país y que nos resulta tan difícil de extirpar.

Un corazón nuevo de rebeldía frente a todos los que en forma insensible quieren lucrar a costa de los enfermos por esta pandemia. No les importa nada, no les importa esconder medicinas y especular con ellas. No les importa el cobro excesivo en las clínicas, no son sensibles al dolor y a las lágrimas de tantos que desesperadamente buscan salvar a sus seres queridos.

Un corazón nuevo de fortaleza frente al miedo que nos sigue quebrando interiormente.

Un corazón nuevo de responsabilidad frente a la gran irresponsabilidad de unos cuantos que no se cuidan, que desobedecen toda disposición y que solamente quieren vivir su propia vida.

Un corazón nuevo en la familia para saber compartir el amor en el hogar.

Sí, necesitamos ese corazón nuevo para empezar a caminar cada día en este regalo de vida que nos da Dios. Caminar siendo testigos del Señor Resucitado y caminar anunciando la Buena Nueva de Cristo a todos.

Hoy debemos decir con profunda fe:

Ven Espíritu Santo, despierta nuestra fe débil, pequeña y vacilante.

Ven Espíritu Santo, haz que Jesús ocupe el centro de nuestras vidas y de la Iglesia. Ven Espíritu Santo, abre nuestro corazón para comprometernos al amor.

Ven Espíritu Santo, enséñanos a mirar de manera nueva la vida, el mundo y, sobre todo, a las personas que están sufriendo a nuestro alrededor.