Skip to main content

Yo sueño con una Iglesia de Quito en salida

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN DE SAN JOSÉ

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Quito, 16 de marzo de 2023

Con gran alegría celebro en este año la Festividad de San José, un poco adelantada eso sí, pero con el mismo fervor y entusiasmo.

Quiero detenerme en un primer momento en la Palabra de Dios del día de hoy que se ha proclamado. En la primera lectura el profeta Jeremías recuerda al pueblo lo que Dios está observando en ellos. El Señor les dice, a través del profeta: “Esta fue la orden que di a mi pueblo: “Escuchad mi voz, Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien”. Y aquí me pregunto y les pregunto: ¿Nos sentimos el pueblo de Dios? ¿Seguimos el camino que Él nos ha señalado?

En este tiempo de Cuaresma es bueno preguntarnos por qué camino vamos, como también es bueno preguntarnos si escuchamos la voz del Señor. Y uno aquí las palabras que hemos repetido en el salmo: “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón”…”

¿Tenemos endurecido el corazón? ¿Por qué cerramos nuestro corazón al amor de Dios? Podemos no escuchar la voz, podemos no confiar en Dios, podemos tener el corazón obstinado, cerrado y preso de nuestros intereses, podemos tener ese corazón de piedra y no un corazón de carne, abierto a Dios. No demos la espalda a Dios, debemos darle la cara. Necesitamos, tú y yo, cambiar, descubrir que Dios todavía confía en nosotros y que nos ama.

Las palabras del profeta son claras: “Me dieron la espalda y no la cara”. Dar la espalda suena muy mal, y está mal visto por todos, cuando lo hacemos a las personas. ¿Y si damos la espalda a Dios? Esto significa que ignoramos a Dios, un desinterés por Él. Da la sensación de no querer escucharlo y tampoco que nos escuche. En definitiva, significa no confiar para nada en su amor.

Y el Evangelio nos cuestiona con quién estamos. Las palabras de Jesús son muy claras: “El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama”. Preguntémonos, y les hago estas preguntas como comunidad parroquial: ¿Estamos con Jesús? ¿Dejamos que Él actúe en nosotros? ¿Actuamos nosotros en nombre de Jesús y con su fuerza y confianza?

Podemos correr el riesgo de querer actuar por nuestra cuenta, con nuestra fuerza y no con la fuerza del Señor. Les pido hoy que sean una comunidad unida, que trabaje unida, que busquen juntos el crecer en lazos de fraternidad, en la misión apostólica, en el servicio solidario a los demás. Toda la acción de ustedes debe ser hecha con Cristo en sus vidas y en su corazón. ¡Estén con Jesús! ¡Sirvan con Jesús!

¡Confíen en Jesús! Y jamás, jamás, queridos hermanos, tengan actitudes contrarias, no “desparramen”, recojan siempre pues deben actuar en nombre y con el amor del Señor.

Y ahora preguntémonos, ¿Qué podemos aprender de San José? Celebrar su Fiesta es también comprometernos a asumir actitudes de vida a ejemplo de la vida de este gran santo de la Iglesia.

El Papa Francisco nos dice: “En los Evangelios, San José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura”.

En forma personal debemos tener esta fortaleza, valentía y esta capacidad de trabajo y de esfuerzo, como también esta bondad y ternura. Pero también les pido que tengan estas cualidades como comunidad parroquial. Sean una comunidad valiente en testimoniar la fe, en salir a anunciar al Dios del amor, en acercarse a los más necesitados. Tengan esa fortaleza para actuar, pero también, nunca pierdan, esa capacidad de bondad y ternura. Que todos los que se acerquen a esta casa, porque la parroquia debe ser eso, una casa que acoge, se sientan acogidos y se sientan amados.

Francisco nos ha recordado muchas veces que San José es el hombre de los sueños, es el “soñador de Dios”. Pero, nos dice también, “Al igual que San José, una vez que hemos oído la voz de Dios, debemos despertar, levantarnos y actuar. Como familia, debemos levantarnos y actuar”, y yo diría, como comunidad parroquial, hay que levantarse y actuar. ¿Con qué parroquia sueñan ustedes? ¿Cuáles son sus sueños como comunidad parroquial? A veces, el gran problema es que sueñan solamente en obras materiales. Está bien construir, levantar muros, adecentar la iglesia, arreglar el cementerio, pero que esos no sean sus únicos sueños. Invito a mi querido P. Livingston y a todos los grupos parroquiales a soñar, no dejen de soñar, descubran lo que Dios les quiere pedir como comunidad parroquial, escuchen su voz, pero no se queden dormidos y soñando, actúen.

Yo sueño con una Iglesia de Quito en salida, llena de ternura y cercanía y con un gran corazón misericordioso. Este sueño lo estoy construyendo y lo quiero construir con ustedes. Sean una parroquia en salida, hay una gran misión por delante y debemos todos asumir esta tarea. Tú, tú, tú y yo, debemos salir, no contentarnos con los que vienen, con los que se acercan a la parroquia, vayan y sean cercanos con todos, muéstrenles la caricia de un Dios que los ama y sirvan, sirvan, no se cansen de servir con un corazón misericordioso.

Por último, como José, “confiemos”. San José no habla, es el hombre escondido, el hombre del silencio, el hombre que escucha la voz de Dios, escucha lo que Dios le confía al corazón. Y las cosas que Dios confía al corazón de José son cosas débiles, nos dice Francisco, “son solo promesas, y una promesa es algo débil… Y luego el nacimiento del Niño, la huida a Egipto… son también situaciones de debilidad”.

¿Qué hace José? Él toma en su corazón y saca adelante todas esas debilidades como se llevan adelante las debilidades: con tanta ternura, con la ternura con que se coge a un niño en brazos”. San José obedece porque confía, es él quien es capaz de llevar adelante las promesas para que se conviertan en firmes, en seguras. Por eso, les invito a confiar y a escuchar a Dios. ¿Qué te dice hoy Dios a ti? ¿Qué te pide? ¿Estás dispuesto a abrir tu corazón para escucharlo, para actuar confiando en su Palabra?

Que María y José sean siempre nuestros modelos de escucha, confianza y obediencia a la voluntad de Dios en nuestras vidas. ASÍ SEA.