Arquidiócesis
“Reseña de la Santa Cruz” reunió a cientos de fieles en al Catedral de Quito
José Colmenárez
Cientos de fieles se congregaron este miércoles 27 de marzo en la Catedral Metropolitana de Quito para participar de la celebración de la “Reseña de la Santa Cruz”, también conocida como el “Arrastre de Caudas”.
Esta celebración se realiza al atardecer de cada Miércoles Santo. Es única en el mundo y en 1545 se heredó de Lima, tras la creación de la Diócesis de Quito. Desde entonces, forma parte de la programación de la Semana Santa en esta Iglesia particular; en la que, “con signos exteriores, se profundiza y se sintetiza de forma bella y catequética el misterio de la muerte y la resurrección del Señor” (P. Estiven Vallejo)
Con esta celebración litúrgica se busca “dar gloria a Dios y santificar al pueblo cristiano mediante la oración comunitaria, que tiene un sentido eclesial, porque se realiza en la Catedral Metropolitana, signo de unidad de toda la Iglesia particular, más aún cuando las vísperas, las preside el Obispo diocesano junto con el cabildo metropolitano, quienes tienen como misión fundamental la oración permanente por todo el Pueblo de Dios que peregrina en esta Iglesia particular, además de organizar el culto y la pastoral de la iglesia madre de la Arquidiócesis”. (P. Estiven Vallejo)
Durante la homilía, Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb, mencionó que “la Cruz está en el centro de la Historia de Salvación” mientras que, en el costado herido de Cristo, del cual brotó sangre y agua, “nos revela que la redención cristiana es un camino de fraternidad, de solidaridad y de combate contra el mal que hiere el corazón del hombre. Camino que no terminará en la muerte, sino que nos abre a la esperanza de la Resurrección”.
Por otro lado, invitó a los fieles a mirar la cruz con ojos de amor, “porque la Cruz es amor. Dios nos llama a la vida en amor, Dios nos da gratuitamente su amor y Él no abandona al hombre a pesar de su pecado. Dios nos ama con un amor incondicional, es un Dios que nos espera, que nos busca, que sale a nuestro encuentro, que nos «primerea», como dice el Papa Francisco, porque es Dios quien nos ama primero”.
En lo que refiere al camino de preparación del 53º Congreso Eucarístico Internacional (IEC2024) cuyo tema es “Fraternidad para sanar el mundo”, tomado de la cita bíblica “ustedes son todos hermanos”, El Sr. Arzobispo preguntó a los fieles como: “¿Podemos vivir la fraternidad? ¿Podemos ser signos de fraternidad? ¿Cómo vivir la fraternidad en una realidad social marcada por la violencia, la muerte, el sicariato, el terrorismo, el llanto de tantos, la pobreza, las desigualdades, injusticias y tantas situaciones de muerte, no de vida? ¿Qué hemos hecho mal? ¿Hay una salida a esta crisis?”.
En este mismo sentido recalcó que “como hombres y mujeres de fe tenemos una sola respuesta que es la Eucaristía, sacramento de unidad y de esperanza”.
Al término de la homilía, inició la segunda parte de la celebración, donde los canónigos y los vicarios episcopales, vistiendo capas magnas, bonetes cubiertos por cogullas y caudas de más de cuatro metros de largo, caminaron a paso lento, por los laterales de la Catedral, portando además, el lábaro de la cruz, que es la bandera negra con una cruz roja, “que significan la Cruz y la Sangre de Cristo que limpian el pecado”, mientras que el Arzobispo, acompañado de sus Obispos Auxiliares, portaba la Reliquia de la verdadera Cruz, en la cual, nuestro Señor Jesucristo murió por la salvación del mundo.
Posterior a ello, los canónigos y vicarios episcopales se postraron frente al altar mayor, y el Arzobispo, dejando la reliquia de la Verdadera Cruz de Cristo sobre una base de madera, y tomando en sus manos la bandera negra, la batió sobre el altar; luego sobre canónigos, vicarios episcopales y finalmente a los fieles que se encontraban en el lugar.
Tras batir la bandera, el Arzobispo dio tres golpes en el piso, que significan los días que Jesús estuvo en el sepulcro. Los sacerdotes se levantaron del suelo representando su resurrección y reviviendo el momento de la resurrección de Jesucristo. Al final de la celebración Mons. Alfredo Espinoza impartió la Bendición con el Lignum Crucis, reliquia de la verdadera Cruz de Cristo.
De esta manera finalizó esta importante celebración para el pueblo de Quito.