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Iglesia y Sociedad

Diversos carismas se reúnen en Quito para el Congreso Nacional de Vida Consagrada

Quito, 13 de noviembre de 2025

Este miércoles 12 de noviembre, el Arzobispo de Quito, Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb, presidió la Eucaristía de apertura del Congreso Nacional de la Vida Consagrada en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). El encuentro, que se desarrolla del 12 al 14 de noviembre con el tema “Vida Consagrada, signo de paz y esperanza”, reúne a religiosos y religiosas, miembros de institutos seculares y del Ordo Virginum de diversos carismas presentes en el país. Concelebraron Mons. Rafael Cob, Obispo del Vicariato Apostólico del Puyo, y Mons. Walter Heras, ofm, Obispo de la Diócesis de Loja.

En su homilía, Mons. Espinoza compartió la alegría de celebrar como religioso junto a la Vida Consagrada: “Con alegría, como religioso que soy, celebro con ustedes queridos hermanos y hermanas esta Eucaristía en el marco de este Congreso de la Vida Consagrada.

A partir del Evangelio de los diez leprosos, invitó a reflexionar sobre el “caminar juntos” y la necesidad de reconocer la propia fragilidad: “¿Somos capaces de caminar juntos como Vida Consagrada? ¿Somos capaces de caminar juntos como una Iglesia sinodal? ¿Por qué, no pocas veces, co mo religiosos nos cuesta caminar en Iglesia y con la Iglesia?”.

El Arzobispo también animó a los consagrados a preguntarse por “nuestras lepras”: “si nuestra vida de consagrados pasa por la lepra del desánimo, de la desilusión, de la superficialidad, de la rutina, de un entregar lo mínimo, de una evasión de nuestra realidad”.

Advirtió que “podemos ser religiosos y religiosas que no damos testimonio, que no damos esperanza, que no construimos la paz” cuando estamos poco unidos al Señor y caemos “en un activismo estéril”. Frente a ello, recordó la importancia de vivir en actitud de gratitud, sin acostumbrarse a los dones de Dios ni perder la capacidad de asombro, y pidió: “Que María, madre de la Esperanza, sea nuestro modelo de caminar agradecidos viviendo nuestra consagración y entrega de cada día”.

Mons. Espinoza recordó que la Vida Consagrada está llamada a ser “signo de paz y esperanza”, cuando Dios es la plenitud que da sentido a la vida de los consagrados y estos se dejan interpelar por el sufrimiento del mundo, saliendo al encuentro del hermano. Ser estos signos —dijo— implica vivir con alegría la pobreza, la obediencia y la castidad, como testigos del primado de Dios y constructores de una verdadera civilización del amor, confiando este camino a María, Madre de la Esperanza.

Este Congreso, se vuelve un espacio privilegiado para renovar la comunión entre carismas, compartir experiencias, discernir juntos los desafíos actuales y fortalecer la misión al servicio de la Iglesia y de los más necesitados, para que la Vida Consagrada siga siendo, hoy, un verdadero signo de paz y de esperanza en medio del mundo.

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